Editorial ¡Conectados! N. 3 – 2024

Estabilidad

En la vida, constantemente buscamos la estabilidad: ese estado de paz y solidez que nos permite enfrentar los desafíos con confianza y optimismo. Se trata de encontrar esa paz al responder al llamado de Dios, al unirnos a nuestra comunidad y al perseverar a través de las dificultades.

Todos tenemos una vocación, una llamada personal que guía nuestras decisiones y acciones en la vida. Ya sea la elección de nuestra carrera, el lugar donde vivimos, la formación de una familia o las relaciones que cultivamos, cada uno de nosotros responde a este llamado que proviene de Dios, y es al despertar a este llamado que descubrimos una profunda paz interior.

Al responder a nuestra vocación espiritual, nos aferramos a la solidez que representa Cristo. Esta conexión con nuestra fe constituye el fundamento de una estabilidad verdadera, que nos invita a unirnos a nuestra comunidad en todos los niveles: físico, intelectual y espiritual. Y nos desafía a perseverar en esta unión, incluso cuando enfrentamos dificultades.

San Benito nos plantea una pregunta crucial en su Regla: “¿Quién es el hombre que quiere la vida y desea ver días felices?” Esta pregunta nos invita a reflexionar sobre el regalo precioso que es la vida, un don divino que hemos recibido y que ha sido redimido por Cristo para que podamos vivirla en plenitud.

La base de nuestra fe radica en la resurrección de Jesús, un acto que no puede separarse de la cruz. No podemos encontrar la verdadera vida sin enfrentar la muerte, ni reconocer la alegría sin experimentar el sufrimiento. Esta realidad nos desafía a abrazar nuestras propias cruces con alegría, confiando en el amor y el auxilio de Dios.

En este contexto, la estabilidad se convierte en una expresión cristiana de autoestima. Descubrimos nuestro valor como personas al experimentar el amor divino en nuestras vidas. Aquellos que son estables son quienes perseveran en la búsqueda de sus metas, a pesar de los fracasos o derrotas, que se esfuerzan por alcanzar lo que desean, que mantienen la paciencia en medio de las adversidades, que enfrentan los desafíos con determinación y buscan soluciones para superarlos.

La estabilidad también se manifiesta en la prudencia de nuestras acciones, evitando la impulsividad y confiando en la guía del espíritu que se manifiesta de manera diferente en cada uno de nosotros. Quienes son estables ponen su esperanza en Dios, sirven con alegría, confían en su auxilio y buscan unirse a la comunidad en un espíritu de colaboración y solidaridad. En resumen, la característica de la estabilidad es una disposición del espíritu que nos impulsa a vivir con confianza, esperanza y amor, recordando siempre que somos amados y sostenidos por Dios, que nunca nos abandona.

Alejandra Sáez

Encargada Pastoral Educadores

Pastoral & Familia