Mi nombre es Silvia Torrejón, soy exalumna del colegio. Trabajé varios años en el Área de Tutoría, principalmente como Jefa Scout. Allí descubrí el amor por la lectio, la tutoría y el trabajo con los niños. Si bien salí de la comunidad en el 2018, mi búsqueda se mantuvo intacta, necesitaba la comunicación con Dios a través de la relación y cercanía con los más jóvenes, quienes en muchas oportunidades fueron para mí, una fuente pura de aprendizaje y encuentro con Cristo y su Palabra.
Dentro de mi vocación siempre experimenté un deseo por la vida ermitaña (estar fuera de la comunidad por un tiempo), poner a prueba mi fe y no tomar el control de las cosas, fue algo que siempre me costó. Abrir el corazón a la voluntad de Dios, callar mi ansiedad a la perfección humana y mirar a lo divino. Por tanto, la vida ermitaña se me hacía un desafío interesante.
Entonces, salí del colegio, y me propuse confiar y buscar el camino que me haría feliz, y lo pedí con fuerza, estando totalmente perdida de qué iba a hacer. Silencié mi propia voz un momento, dejé de escuchar el temor y miré la cruz, entonces Dios me dio mi vida ermitaña. Pero no fue como lo imaginé. La casita en la soledad de la montaña era mi familia y los niños con quienes quería trabajar.
Las pruebas a mi vocación empezaron a surgir, a remecerme, a hacerme caer y dudar, fueron momentos difíciles, como días en el desierto, y lejos de la comunidad. Me quedaba seguir confiando que estaba donde debía estar.
Actualmente trabajo en la enfermería de un colegio, el rebaño es grande, sediento, amoroso, y muy atento a recibir un oído amable. He podido desarrollar plenamente el amor, el encuentro con la tutoría, en la naturalidad y sinceridad con la que los niños me buscan y encuentran en mi pequeña casita llamada, “la enfermería”.
Me llenan por completo el alma, manteniendo despierta y en alerta mi vocación de servicio. Aquí construí desde cero mi pequeña comunidad y vivo en ella día a día mi llamado al encuentro.
“El que quiera venir en pos de mí, tome su cruz y sígame”. Y así lo hice, lo seguí, con una cruz muy pesada, llena de miedos, dolores, frustración y pensando en que podía errar.
Pero fuerte fue mi fe, donde Dios sembró su esperanza y hoy da muchos frutos.
Hoy me he vuelto a conectar con la comunidad de San Lorenzo, esta vez, como apoderada. Y espero en Dios este nuevo acercamiento sea una nueva historia juntos.