Editorial ¡Conectados! N. 9 – 2024

Mi nombre es Silvia Torrejón, soy exalumna del colegio. Trabajé varios años en el Área de Tutoría, principalmente como Jefa Scout. Allí descubrí el amor por la lectio, la tutoría y el trabajo con los niños. Si bien salí de la comunidad en el 2018, mi búsqueda se mantuvo intacta, necesitaba la comunicación con Dios a través de la relación y cercanía con los más jóvenes, quienes en muchas oportunidades fueron para mí, una fuente pura de aprendizaje y encuentro con Cristo y su Palabra.

Dentro de mi vocación siempre experimenté un deseo por la vida ermitaña (estar fuera de la comunidad por un tiempo), poner a prueba mi fe y no tomar el control de las cosas, fue algo que siempre me costó. Abrir el corazón a la voluntad de Dios, callar mi ansiedad a la perfección humana y mirar a lo divino. Por tanto, la vida ermitaña se me hacía un desafío interesante.

Entonces, salí del colegio, y me propuse confiar y buscar el camino que me haría feliz, y lo pedí con fuerza, estando totalmente perdida de qué iba a hacer. Silencié mi propia voz un momento, dejé de escuchar el temor y miré la cruz, entonces Dios me dio mi vida ermitaña. Pero no fue como lo imaginé. La casita en la soledad de la montaña era mi familia y los niños con quienes quería trabajar.

Las pruebas a mi vocación empezaron a surgir, a remecerme, a hacerme caer y dudar, fueron momentos difíciles, como días en el desierto, y lejos de la comunidad. Me quedaba seguir confiando que estaba donde debía estar.

Actualmente trabajo en la enfermería de un colegio, el rebaño es grande, sediento, amoroso, y muy atento a recibir un oído amable. He podido desarrollar plenamente el amor, el encuentro con la tutoría, en la naturalidad y sinceridad con la que los niños me buscan y encuentran en mi pequeña casita llamada, “la enfermería”.

Me llenan por completo el alma, manteniendo despierta y en alerta mi vocación de servicio. Aquí construí desde cero mi pequeña comunidad y vivo en ella día a día mi llamado al encuentro.

“El que quiera venir en pos de mí, tome su cruz y sígame”. Y así lo hice, lo seguí, con una cruz muy pesada, llena de miedos, dolores, frustración y pensando en que podía errar.

Pero fuerte fue mi fe, donde Dios sembró su esperanza y hoy da muchos frutos.

Hoy me he vuelto a conectar con la comunidad de San Lorenzo, esta vez, como apoderada. Y espero en Dios este nuevo acercamiento sea una nueva historia juntos.