Editorial ¡Conectados! N. 5 – 2024

Es impresionante como la acción del Espíritu va reviviendo antiguas y construyendo nuevas experiencias gracias a una sola misión; que no es más que dar algo de tu tiempo para servir al otro sin esperar nada a cambio y salir tan robustecido de historias de vida, buenos momentos y, sobre todo, una recarga de energías y realidad de vida, gracias al amor gratuito que recibes cada semana.

A mediados de mayo, nos llegó una invitación a participar para ser voluntarios en la Hospedería Santa Francisca Romana. Al comienzo, me acuerdo de que solo dije: “Quiero ir, pero tengo tantas cosas que hacer…”, ya que solo estaba priorizando lo que en su momento era más importante para mí. Pero luego de algún rato, sin pensarlo mucho, acepté la invitación y fui.

Me acuerdo que el primer martes que fuimos, asistimos como 5 personas, y si bien ya todo esto lo habíamos vivido antes, era como que hubiese sido nuevo para cada uno de nosotros. Entre hacer la oración, acercarnos a las huéspedes, ver la remodelada casa y compartir con cada una de ellas en la mesa, nos sentíamos como primer día de clases. Era retomar algo que por mucho tiempo hicimos, pero que, de un momento a otro, se acabó.

Hoy somos un grupo de 10 personas —entre gente del colegio y externa— que todos los martes asistimos a la hospedería, movilizándonos en auto o a veces en metro, donde las risas, los buenos momentos, el hacer comunidad y la compañía constante del Señor, nos va acompañando en nuestro camino “para servir y no ser servidos” como dice el evangelio de Mateo.

Justo a comienzos de este mes, el primer martes de junio, nos organizamos para celebrar todos los cumpleaños de las huéspedes y compartir jugando una lota. Fue impresionante como todo fue dándose providencialmente, paso a paso y en los momentos que el Señor quería que fuesen: entre los premios que nos fueron donando, la gestión de mis amigas para que todo saliera bien, las tortas, la impresión y plastificado de los cartones para el juego y las risas que nunca faltan, llegamos ese día muy puntuales.

¡Qué manera de gozar y compartir ese día! Fue tan así, que nos alcanzó y tuvimos la dicha de salir a repartir por las calles aledañas algunos alimentos. Vimos cómo hoy nuestro prójimo nos necesita. La necesidad de ser acompañado y escuchado.

Te invito a sumarte a esta experiencia, darte un tiempo para entregárselo al prójimo que realmente nos necesita y salir al encuentro del Resucitado, presente en cada una de las personas que tienes cerca.

Jonathan Cartagena

Encargado Departamento Pastoral