El día Domingo 10 de octubre partió a San José de Mallín Grande, en la Patagonia Chilena, un grupo de 8 alumnos y alumnas de IIº a IVº medio. Esta experiencia se realizó luego de dos años sin tener grupos que fueran a San José y con alumnos que llevan casi dos años conectados a las pantallas y en periodos prolongados de encierro debido a las cuarentenas de la pandemia.
Para todos los que participamos de la experiencia fue una bendición, ya que en medio de todo este lío pandémico se nos regaló un espacio de tiempo para construir la comunidad, tener conversaciones profundas en el espíritu de la tutoría, rezar y trabajar para sustentar una comunidad que muchos terminamos llamando “Familia”.
El horario de estos días se vivió con mucho esfuerzo al principio, pero con el paso de los días ya era parte de nuestra cotidianidad.
El día era así:
06:15 Encender las cocinas y estufas
07:00 Laudes
07:45 Desayuno
08:30 Aseo de la casa
09:00 Lectio
10:00 Espiritualidad
11:30 Trabajo en el campo
13:00 Intermedia
13:30 Almuerzo
14:30 Trabajo en el campo
17:45 Duchas
18:30 Vísperas
19:30 Cena – Once – Recreación
21:30 Completas
Así el día transcurría sin que lo notáramos y en la tarde el cansancio era siempre evidente. Lo más destacado, la sobremesa extensa con temas muy variados, los espacios de silencio desde la levantada hasta el fin de laudes, el trabajo en el bosque, invernaderos y campo, las conversaciones cortando leña, la recreación en la noche con juegos casi ridículos. En fin, muchos descubrimos la simpleza de vivir y pasarlo bien con lo mínimo, sin TV o radio, mejor con una guitarra; sin WhatsApp o Instagram, mejor una conversación; sin las mejores tenidas, mejor el overol o las pantuflas.
Creo que fue una experiencia que por un lado nos mostró lo esclavizados que estamos y también lo simple que puede llegar a ser la vida y que es mucho mejor la comunidad que el individualismo.
Cristo habló fuerte esta semana, espero que nos siga hablando en Santiago a cada uno, como amigo, como maestro, como médico, como pastor, cada uno lo encontró de distinta manera, pero para todos el encuentro fue con la misma persona, el Hijo de Dios.
Testimonios:
“Mi semana en San José fue algo inolvidable, las personas de allá fueron súper acogedoras, aprendí muchas cosas, entre ellas trabajos, pensamientos, experiencias. Sentí la manifestación del amor de Dios en todas las personas de la comunidad con la que fui y de la comunidad de San José”. Sofía Cabezas, IIIº HC.
“Esta experiencia para mí fue un momento donde de verdad encontré a Dios. Cuando estaba en camino a San José iba con una mentalidad de turista, pensando en conocer el lugar, Puerto Guadal, Cerro Castillo y más. Pero al pasar los días comencé a sentir la presencia de Dios en todo momento, en todo y en todos, al momento de escrutar, de rezar intermedias, al trabajar, al hacer comunidad. También tuve la oportunidad de conversar con gente con la que no hablaba, de conocer a aquellos que no conocía tanto, a compañeros de curso, compañeros de viaje y tutores. Fue una comunidad genial, amigable, divertida y unida”. Ignacio Meyer, IIºA.
“Una buena experiencia, donde sales de tu zona de confort para estar al servicio de la comunidad. Aprendes muchas cosas sobre el trabajo, oración y la vida en comunidad, además terminando este tipo de retiro es como que cambias de energías a buenas vibras; teniendo tiempo para conocer gente y conocer tu lado espiritual”. Andy Pereira, IVº TP.
“Para mí la experiencia fue una gran oportunidad de conectar conmigo misma espiritualmente, además de conocer un estilo de vida muy diferente y personas muy alegres que te marcan, ya que la manera en la que ven la vida es única e inigualable. Con la comunidad que fuimos se formó un vínculo muy bonito y recuerdos inolvidables. Recomiendo demasiado ir a la experiencia para sentir el amor y paz que transmite y te da San José”. Sofía Pino, IIºB
“Este viaje para mí fue una experiencia que me hizo encontrarme con Dios y conmigo mismo. Gracias a la comunidad conocí a más personas; y trabajar me hizo tener un ambiente de tranquilidad y concentración. Hacer lectio personal me ayudó a tener más inspiración a dibujar cosas más de la naturaleza con ese increíble paisaje de la cordillera a lo lejos”. Isaías Rodríguez, IIºA
“La ida a San José fue una experiencia muy reconfortante y bonita, me di cuenta de que la felicidad puede nacer de cosas muy sencillas. Esta instancia me permitió compartir con personas por medio del trabajo en equipo y me dio la posibilidad de crear y fortalecer amistades mediante la oración y la vida en comunitaria. Me quedo con todos los momentos compartidos, especialmente el paseo al lago (al Juan se le quemó el cortaviento) y la conversación que tuvimos las mujeres en la casa Santa Hilda, que me dejó como aprendizaje que no sacamos nada con centrarnos solo en nosotros mismos y no estar dispuestos ayudar y aportar a la comunidad”. “Los sembrados en tierra buena son aquellos que oyen la palabra, la acogen y dan fruto” (Mt 4, 20). Amira Navarro, IIºB
“De la experiencia en San José me quedo con cada momento de felicidad, servicio al otro, y con las amistades nuevas que hice. Nunca imaginé llegar a hacer amigos en tan solo 7 días, ya que yo soy muy vergonzosa y no me suelo dar con las personas, pero esta vez fue diferente. Llegué a Santiago con nuevos amigos y amigas con momentos inolvidables; sobre todo la sobremesa que hacíamos todos los días, era la mejor parte de estar allá, era literalmente pura risa todo el rato. Me gustó harto trabajar en diversas cosas y copuchar de vez en cuando, también fue impresionante escuchar los testimonios de las mujeres de la casa Santa Hilda y la espiritualidad de cada día, donde trataban temas llamativos e interesantes. Fui totalmente feliz en ese lugar junto a los que trabajé y conviví. Muchas veces sirve despejarse y desconectarse de lo “común” y mirarse cara a cara para conocerse unos a otros”. Darlyn Soto, IIIº HC
“Para mí la experiencia en San José fue una experiencia llenadora, increíble y muy agradable para poder desconectarse, pero a la vez conectarse con uno mismo. El trabajo diario con personas que eran externas a mi círculo normal y diario fue algo increíble que nunca pensé hacer. Ser parte de una comunidad que se formó de manera natural con tiempo y trabajo; es algo que me alegra haber vivido en carne propia. La vez que fuimos a la cima de la montaña del árbol wacho, fue una sensación inigualable que nunca había sentido. Una que nunca había experimentado y volvería a repetir otra vez. Solo sentía tranquilidad observado desde las alturas, con el lago a la derecha, la cordillera al frente, y más montañas a la izquierda. Me quedo con el versículo de Juan 11, 1-44 “¿No tiene el día doce horas?” Si uno anda de día no tropieza, porque ve la luz del mundo. Pero si uno anda de noche tropieza, porque no hay luz en él”. Pedro Venegas, IIIº TP
Desde el 30 de septiembre al 9 de octubre dos grupos de ex alumnos de Jóvenes Manquehue partieron a vivir una experiencia comunitaria a San José, la que estuvo llena de gozo, amistad, renovación en el encuentro personal con Dios y muchas manifestaciones de su amor. De nuestro colegio asistieron Enza Aliaga (SL2017), Morín Saldaña (SL2018), Sergio Pérez (SP2012) y Cristián Torres (SL2019).
Durante estos días trabajamos instalando un huerto, rezamos el oficio de las horas, tuvimos momentos de recreación y convivencia. La experiencia también estuvo marcada por momentos de silencio y oración personal.
Un momento significativo fue poder compartir un día entero con la comunidad estable (quienes viven en San José), escuchar el testimonio de fe, y celebrar el domingo el día del Señor con la comunidad de Puerto Guadal.
Al terminar esta gran experiencia solo podemos dar gracias a Dios este tiempo privilegiado donde pudimos parar, dejar a un lado las preocupaciones de la vida y los ruidos de la ciudad, para sumergirnos en un ambiente donde todo nos habla de Dios
Testimonios:
“Fue un encuentro con Dios importante, en una instancia inmejorable para que se diera este encuentro, rezar todos los días y llevar una vida tranquila. Fue una oportunidad para darse cuenta de que necesitamos muy poco para vivir, de que las cosas materiales no importan; lo importante es vivir de forma sencilla con Dios en el centro de nuestras vidas. El hecho de pasar esta experiencia con una comunidad que iba con el mismo fin que uno fue increíble, la sencillez de la vida comunitaria es algo impresionante”. “Dejaos de simplezas y viviréis, y seguid el camino de la inteligencia” (Pr 9,6). Cristián Torres
“La experiencia de San José me iluminó mucho, la vida comunitaria, el trabajo, el oficio divino, la oración personal y el silencio sumados a la naturaleza me permitieron entrar en la presencia de Dios y sentirme profundamente libre. Pude escuchar con mucha claridad la voz del señor que me dijo “Búscame, Sergio, solo quiero que me busques”. También pude tener conversaciones espirituales que fueron iluminando mi experiencia allá, reencontrarme con los oblatos que están en la casa y ver cómo el monasterio se ha desarrollado desde mi última ida también es una señal de que el espíritu está actuando con toda su fuerza”. Sergio Pérez